«Debes recordar esto
un beso es sólo un beso, un suspiro
es sólo un suspiro.
Las cosas esenciales suceden,
a medida que pasa el tiempo»
Si, es cierto, este es el título y parte de la letra de la famosa canción que a todos nos suena por ser la banda sonora de la película Casablanca, la de “tócala otra vez Sam”, que cantaba Dooley Wilson, aunque yo prefiero una versión más actual, la de la de la voz melosa y elegante de Brian Ferry. Mi época juvenil estuvo marcada por las canciones de Roxy Music y eso influye, digo yo.
En el tiempo que ha pasado desde mi última publicación ha habido besos, ha habido suspiros y han pasado cosas esenciales.
Ha pasado que el Atleti, el glorioso, ganó la liga española. Ya tiene 11 títulos, que no son pocos, pero tampoco muchos si los comparamos con los de “los insaciables”.
Me hice del Atleti muy pronto. Tenía muy pocos años, podrían ser 5 o 6, cuando mi padre apareció en casa con tres camisetas rojiblancas, una para cada uno de mis hermanos. “Os he comprado estas camisetas de dos colores porque el blanco se ensucia mucho” (se refería al color merengue que representa al otro equipo de la ciudad donde vivíamos). Nos ocultó en ese momento que seguir a los colchoneros era garantía de un sufrimiento infinito. Pensaría que hacer a sus hijos del Atleti les endurecería la piel, y les haría más llevadera una vida en la que el sufrimiento es cotidiano. Al menos para él lo fue. El caso es que gane o pierda nada es fácil en este equipo, al que ya sin remedio seré fiel de por vida.
Ha pasado que ya estoy vacunado. Y no ha sido fácil.
Aquí la situación ahora no es buena, contagios disparados, hospitales colapsados, y escasez de medicamentos y vacunas. Los que pueden, que no son muchos, viajan a EEUU a buscar el antídoto. Nosotros por suerte somos de esos y organizamos con tiempo un viaje a Puerto Rico. Teníamos la promesa de unos muy buenos amigos de allí que habría dos vacunas con nombre y apellidos para nosotros.
Casi no habíamos bajado del avión y ya teníamos la banderilla en el brazo. Un equipo del US Army lo organizaba todo en un recinto preparado para 200 personas en las que sólo había 2 (ella y yo). Todo fue rápido e indoloro. Y sorprendente. Porque sorprende que haya países donde está vacunado todo el que quiere, y no quieren todos, mientras en otros únicamente se vacuna el que puede, cuando todos quieren. Y no parece que hayamos encontrado solución para esto.
Ha pasado que ya de vuelta hemos pasado por Miami y paseado por la beach más famosa de las pelis americanas.
Es curiosa esta ciudad, al menos lo poco que hemos visto, que calca lo que ya habíamos visto en cine y televisión. Un maravilloso escenario art decó ocupado en su mayoría por latinos y afroamericanos, que lo mismo conducen un uber, te sirven una pizza o se exhiben sin pudor en la playa, que se dejan ver por las calles de South Beach en un haiga descapotable, de esos que te hacen girar la cabeza, por lo ostentoso del carro, y por el volumen de la música rap que te devuelve su emisora.
Y ha pasado que, al volver, Quito nos recibe con tonos grises de nubes y lluvia.
«Un día gris y nublado es tan sólo un día gris, con nubes.
Un día de lluvia es sólo un día que llueve.
Y lo significativo sucede en los espacios que hay entre claros, nubes y lluvia.
A medida que pasa el tiempo»
¡VACUNAS PARA TODOS!