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lunes, 29 de marzo de 2021

FANESCA

“Este viernes, os guste o no, comemos potaje, y no se hable más”, esa era mi madre en tiempo de Cuaresma. No era especialmente creyente, pero como todas las de su generación, creció en un ambiente en el que la iglesia dictaba normas de conducta más severas que las que dictaba el dictador, al menos afectaban más al día a día. Ésta, en concreto, tiene que ver con la gastronomía. 

Y es que la Cuaresma es tiempo de penitencia, sacrificio y ayuno, en contraste a la fiesta pagana del carnaval, que se celebra unos días antes con todos sus fastos y excesos. Claro que ese señor bajito, que nos gobernó por la fuerza durante muchos años, resulta que también prohibió los carnavales. No le gustaban los contrastes y pensó que lo mejor es que fuera todo sacrificio. Él era muy religioso y casto, y desde luego muy simple, tanto como para no aceptar que todos nosotros convivimos con otros yoes, que no tienen por qué parecerse al que enseñamos a los demás todos los días, y al que de vez en cuando tenemos que sacar a pasear. 

Volviendo al asunto gastronómico, el potaje, al que mi madre echaba garbanzos, judías, arroz, acelgas, bacalao y huevo cocido, era uno de esos sacrificios de Cuaresma. Al de no poder celebrar -el carnaval-, se le une el de no poder comer -carne- (será por aquello de los pecados de la carne) al menos un día a la semana, y el viernes fue el día elegido. Recuerdo que para mí eso era un castigo que con los años ha mutado a placer. 

              

Todos estos recuerdos han venido a mi cabeza este fin de semana. Unas buenas amigas nos invitaron a la recreación de una fiesta familiar  ancestral que gira, como casi todas las fiestas familiares de aquí o de allí, alrededor de la comida. La excusa puede ser una carne a la brasa, un arroz, un horneado de chancho, un cocido, o como en este caso, la fanesca, el guiso de los 12 granos. 

                           

La fanesca es la comida tradicional de Cuaresma en Ecuador, como lo es el potaje en mi país, pero también es una metáfora de la mezcla pues combina granos y pescado, y cultura y religión. Parece que ya existía algo similar en el mundo precolombino, le llamaban “uchucuta” que significa granos tiernos cocidos con ají y hierbas. Los indígenas aprovechaban para cocinarlo en la temporada de cosecha de granos, que daba comienzo en el mes de febrero con los festejos del Pawkar Raymi, ceremonia religiosa andina en la que se agradece y se comparten los frutos con que cada año obsequia la Pachamama o madre tierra. Luego, durante la colonización, los españoles mezclaron los símbolos indígenas con las creencias católicas, y convirtieron este potaje de granos tiernos, al que añadieron leche y bacalao, en un elemento culinario muy importante en la celebración de la Semana Santa. Lo llamaron fanesca y le otorgaron una simbología cristiana, que se acrecienta con la interesada similitud de los doce granos con el mismo número de apóstoles que acudieron a aquella famosa cena. 

Esta comida no es únicamente un guiso propio de esta zona andina, sino la excusa para juntarse las familias y celebrar la vida en comunidad alrededor de la cosecha. Nos contaban durante nuestra estancia que, en su familia, y en otras muchas de la región, era tradición reunir a varias personas el día anterior para realizar el desvaine de los granos y continuar el día siguiente con el guiso y la elaboración de las empanadillas que lo acompañan, en una especie de ritual. 

Y ese ritual es el que cumplimos religiosamente este fin de semana con la familia Guarderas en los alrededores de Quito. 

Casi al mismo tiempo, al otro lado del Atlántico, 9000 km hacia el oriente, en una pequeña huerta de un pequeño pueblo de los montes de Toledo, se reúne otra familia alrededor de un arroz con costillas, que bien podrían haber sido unas migas, o unas chuletas de cabrito, siguiendo un ritual similar que se repite hace ya unos cuantos años. 

También hubiera querido estar allí compartiendo esa liturgia de domingo de Ramos. 

Receta de la fanesca: 

“Se eligen tiernos los frijoles, habas, chochos, choclos y alverjas: se cuecen, como también, arroz, coles y sambo picado; todo se rehoga en una cazuela preparada con cebolla frita en manteca, ajos, cominos, maní tostado y molido, y un trozo de azúcar; se añade nata y leche, y después de un hervor dado con los trozos de peje y camarones se sirve poniendo encima fritos de masa de pastel en diversas figuras y muy pequeñas, tajaditas fritas de plátano, rebanadas de huevo endurado, perejil picado, ajíes floreados y polvo de pimienta sobre todo.”

                                  

sábado, 6 de marzo de 2021

BUENAS O MALAS COMPAÑIAS

 





Últimamente no tengo mucho que contar, ni de aquí ni de allí. No salgo mucho. He estado aquejado de unas muy molestas inflamaciones en la parte más oscura de la zona donde la espalda pierde su nombre. La solución ha tenido que ser radical, ya no están conmigo. Eso hace que lleve unas semanas mirando el mundo desde nuestra pecera quiteña hasta que recupere la verticalidad, y el ánimo. Ya os digo que no va a tardar mucho. 

Para solventar mi problema he tenido que visitar a médicos que sorprendentemente elijen explorar agujeros negros, sin ser astrónomos. No sé, a veces me da por pensar como sería el momento en que el licenciado comunica la decisión de elegir esta esta especialidad a familiares y amigos, ¿y no podrías haber elegido otra parte del cuerpo, hijo de mi vida?  Yo por mi parte muy agradecido de su “peculiar” elección. Como podéis imaginar con ellos se crea una relación muy especial, muy bonita. He estado con tres. Incluso he llegado a visitar a dos al mismo tiempo sin que el otro lo supiera. Excitante. Creedme si os digo que me ha llegado a generar una dependencia que afortunadamente estoy superando.   

La Sanidad aquí no es como en Europa, la pública muy desasistida y la privada muy exclusiva. Obviamente si alguien viaja a estos países tiene que venir con un seguro bajo el brazo. Y ni aun así estas completamente seguro. Entre la percepción de seguridad y la seguridad real siempre está la letra pequeña de los contratos.

Hablando de contratos, aquí están aún dándole vueltas al que deben suscribir el pueblo y sus gobernantes. Después de un mes de las elecciones, siguen con el recuento de votos para decidir quien acompaña al candidato de la izquierda correista, Arauz, en la segunda vuelta de las elecciones. Sólo puede quedar uno de dos, y hay están en la recta final a ver quién mete la cabeza y gana aun por milésimas el derecho a pelear por la Presidencia.  Con el dorsal 1, pelea Lasso, patrocinado por Creo, el partido de la derecha liberal; y con el dorsal 2, Yaku, el representante indígena con su marca Pachacutik. Los dos llegan a la meta con una distancia mínima de 30.000 votos a favor del liberal. Ambos se vigilan de cerca. Los indígenas han sido convocados a movilizaciones en la calle para presionar en lo que consideran puede ser un fraude si al final gana Lasso, como dictamina el Consejo Electoral. El árbitro ha pitado gol del equipo liberal pero la jugada se está revisando por el VAR. ¡Un lio, vamos!

Y es que a pesar de que en la primera vuelta ha ganado el partido de Correa con el 30% de los votos, en general la gente no quiere que vuelvan. Tienen miedo a una “venezolizacion”. Hasta qué punto será, que el otro partido de izquierdas que va cuarto en el conteo ya ha dicho que en segunda vuelta no va a apoyar al partido de Correa, y parecen preferir que sus votos cambien de rumbo y vuelen de izquierda a derecha. Por otro lado, el líder indígena también de tendencia izquierdista, en caso de no pasar a segunda vuelta, tampoco apoyaría a Lasso porque le consideran rey de la corrupción y desde luego poco indigenista, pero tampoco apoyarían al partido “correista”, por la descomposición y división a la que, dicen, llevo al país, y porque además su líder tiene un duro enfrentamiento personal con el anterior mandatario, Correa, que expulsó a su esposa del pasi cuando era presidente. Vamos, un enredo, una telenovela latinoamericana, de la que ignoramos aún quien será el galán protagonista.   

Pero pase lo que pase, tengamos la esperanza de que en el futuro iremos menos de culo.