LOS 30 DE FELIPE
Hace 20 meses que no escribo en este blog, justo el tiempo
de ventaja que le concediste a tu hermano para que te fuera abriendo camino.
Hoy cumples 30, y con esa excusa voy a retomar estos relatos que abandoné sin ningún motivo importante. Mi regalo será el mismo que le hice a él. Y lo voy a empezar igual que
comencé el suyo, porque eso que le dije a él sigue vigente contigo.
No es fácil hablar de ciertas cosas con tu hijo, al menos no
lo es para para mí. En general nos movemos
bien cuando se trata de conversaciones triviales. Hablamos con
naturalidad sobre amigos, familia, trabajo o los planes de fin de semana. Pero
la cosa se complica cuando aparecen las emociones. Es llegar ellas y patinamos.
Espero no caerme. Raramente hablamos de lo que sentimos a las personas que más
queremos. Lo damos todo por dicho. Mandamos “señales” que creemos fáciles de
interpretar pero en su mayor parte contienen códigos indescifrables.
Frecuentemente reprimimos agradecimientos o muestras de cariño y aceptación, y
nos fijamos más en aquello que pensamos que no funciona. No sé qué aprendizajes
hay detrás de eso. Me lo he preguntado muchas veces. Creo que heredamos el desierto
emocional en el que vivieron nuestros padres y sus ascendientes y por muchos esfuerzos, no somos
capaces con una sola vida de desligarnos de ello.
Rebuscar, indagar, hacer preguntas que no tienen respuesta, escuchar lo que te llega
e intentar plasmar todo eso en
unas pocas palabras. Un proceso de catarsis personal, que no sé si es más que un regalo para ti o una necesidad
mía. En fin, que este es un
regalo costoso, créelo. Tal vez el más caro de los que te he hecho.
Rebusco en la memoria, en mis recuerdos tuyos y encuentro
escenas aisladas, a veces inconexas, algunas emociones, y muchos espacios
vacíos que me cuesta rellenar. A mí me pasa, imagino que como a muchos, que la cabeza viaja sin parar de un sitio a otro, del pasado al futuro, casi
siempre más pendiente de lo de dentro que de lo de fuera. Y ese déficit en la atención
creo que me ha impedido fijar recuerdos que me faltan. Resulta también que
los recuerdos son muy traicioneros, nunca sabes si te cuentan la verdad o si se
han ido poco a poco acomodando a tu propia ficción. Y también es cierto que
llegaste el segundo, sin el privilegio de la novedad. Cuando te presentaste ya teníamos
experiencia, contigo todo fue sobre ruedas, ponías todo de tu parte. Será por
eso lo de los espacios vacíos. No sé. En fin, tendré que esforzarme para crear
un relato coherente.
Te miro ahora y me sigues recordando a ese niño feliz,
expresivo, ingenuo, y tenaz que nació hace ahora 30 años.
Llegaste con un chupinazo, el primero de ese año, y casi al mismo tiempo que
los mozos empezaban sus carreras. Pero
tú no llegaste corriendo, nadie te perseguía, al contrario, cuando tú llegaste
ya estábamos todos allí. Esperándote para irnos a la playa. Fue de las primeras
cosas que viste en tu vida, la arena blanca y las cálidas aguas de los
Arenales. Allí pasamos más de una década de divertidos veranos familiares, que
seguro tuvieron mucho que ver para definir un apego familiar que te caracteriza.
Las imágenes que tengo guardadas de tus primeros años son las de un niño
tranquilo, risueño y juguetón. Seguías los pasos que iba marcando tu hermano a
la espera de que los tuyos encontraran su propio camino. Alvaro jugaba al
balón, su pasión, y ahí estabas tú
intentándolo una y otra vez, tratando de emularlo. Y el caso es que conseguiste
relacionarte muy bien con la pelota, pero regular con el juego. Un día me preguntaste cuando se iba a acabar
esa moda del fútbol. Imagino que estabas harto de ver que el mundo girara
alrededor de algo que a ti no te entusiasmaba. Mi contestación no fue
esperanzadora para ti. Esa moda no se acabaría nunca, al menos yo no lo vería. Tu respuesta fue adaptarte y dedicarle tiempo en la pista de la urbanización o
en el jardín de casa, aprendiste giros y toques de balón cada vez más
acrobáticos. Ese esfuerzo y esa convicción sin ninguna duda son parte de las
fortalezas que te han llevado a donde ahora estás.
No eres un tipo convencional. Tus amigos tampoco lo fueron, ni fueron siempre
los mismos, cada curso cambiaban. Buscando hasta encontrar. Me fallan los
detalles pero me queda una sensación de que ellos eran un poco como tú, de
alguna forma se encontraban en el margen. Ahora el que más me viene a la cabeza es
el hijo del guarda de la urbanización
del Pinar, el del otro lado de la vía. Será por la cantidad de
veces que te lleve allí.
Tal vez descubrimos tarde que tus cualidades no iban a ser
bien exploradas en un contexto escolar que utilizaba el mismo abono para
especies diferentes. En fin, hay cosas que uno ve en la distancia.
Según ibas creciendo tus intereses iban cambiando. Creo que
en un momento determinado te cansaste del fútbol y buscaste tu sitio en otros
lugares. Baloncesto, tenis, natación,
tiro con arco y hasta fútbol americano. Buscando hasta encontrar. Eso también
te define. La curiosidad.
E
ntre todo esto, algo que no quiero olvidar. La primera
experiencia teatral. Tú muy pequeño, como tu hermano, y una profesora
entusiasta que consiguió trasladaros la pasión por la interpretación. Hicisteis
una función y participamos los tres en una cabalgata de Reyes. No sé tú, pero
esa experiencia la recordaré siempre con extremo cariño. Pero a pesar de nuestro interés, esta
experiencia duró, lo que duró esta chica en la nómina del Ayuntamiento. Muy
poco. Una lástima. No volviste a
encontrarte con el teatro hasta muchos años después.
Disfruté mucho de esa etapa. Me encantaba ir al colegio por las tardes a buscarte a ti y a tu
hermano. Ver vuestras caras entre los demás niños y esperar la carrera que
acababa con besos, abrazos,... y la merienda. Esa sensación que ahora rememoro
tiene el color de la felicidad. Me acompañará toda la vida.
Y a la mitad de tu camino llegó lo que imagino que fue una de
las experiencias más tristes de tu vida, también de la mía, la separación.
Hubiera querido que no pasaras por ello. Hubiera querido no pasar por
ello. Nunca se irán de mi memoria tus
lágrimas de esa tarde, la última que los cuatro nos sentamos alrededor de una mesa para hablar, en este caso de un
final no deseado. Aun después de tanto tiempo, ahora mismo, cuando lo escribo,
todo alrededor se vuelve gris. El color de la culpa. Sólo quiero que sepas que
hice todos los esfuerzos por no añadir más sufrimiento al dolor. Me habré
equivocado, seguro, pero mi intención siempre ha sido seguir cuidando de
vosotros, aun en la distancia. Te doy las gracias por haber colaborado conmigo
en esa misión. No hubiera conseguido ser feliz en ningún proyecto vital sin
vosotros.
Luego, el paso del tiempo lo recoloca todo, y como todo en
la vida nada es completamente bueno
ni malo. Perdiste mucho pero ganaste a otra persona que te quiere como se quieren
a los hijos. Y eso también es mucho. También creo que mi alejamiento nos
acercó. No es que estuviéramos lejos, pero creo que para superar esto, ha sido
necesario compartir emociones que de otro modo se hubieran quedado archivadas.
Y después de buscar llegó el
momento de encontrar. Empezó con dudas. Filosofía vs matemáticas. Pensando, nos dimos cuenta
que era más de lo mismo. Creatividad, con números o con letras, qué más da. Pero ni los unos
ni las otras. Todo acabó cuando encontraste la palabra. El teatro. Buscando has
encontrado.
Tengo la sensación de haber vivido
varias vidas contigo. La vida con el niño risueño, bonachón y cariñoso de la
infancia, la del introvertido y rebelde adolescente, y la del alegre entusiasta
de la actualidad. No sé a cuál de ellos va dirigido esto. Bueno, si lo sé. A
todos. Al que permanece ahí dentro, al que siempre ha sido, y al impermanente,
al que cambia, al subversivo, el buscador.
Y finalizo como empecé, diciéndote lo mismo que le dije a tu
hermano, porque eso que le dije a él sigue vigente contigo. Y es que me siento
muy orgulloso de ser tu padre. Un orgullo que no se basa en tus logros, que también.
Mi orgullo se fundamenta en lo que eres, un gran tipo, un tío capaz, leal,
cariñoso, competente, atractivo en todos los aspectos de la vida. Me hubiera gustado mucho estar el viernes
contigo. Sé que es un día muy importante para ti, y para mi, pero no he encontrado la
forma de hacerlo sin que me cueste un dineral, aunque creo que lo que vas a hacer
vale lo que hubiera pagado. En fin, me conformaré con la retransmisión, los
comentarios de la familia y los tuyos propios para poder imaginarlo. Mientras
tanto trabaja como siempre lo has hecho y confía en tus cualidades, que son
muchas. Para mí siempre triunfas. Eres un Superman.
No me gusta mucho la frase, pero te deseo MUCHA MIERDA para
el viernes, y muchos besos para toda la vida.
Tu padre,