Tal vez será porque hace unas semanas leí el último libro de Elvira, la que escribe como se apellida, y me sentí tan atraído por el relato de su infancia, que a la vez yo fui rememorando la mía. O será porque he comprobado recientemente los efectos saludables de la escritura en Marisol, mi casera.
No sé, el caso es que si hubiera sabido como hacerlo, me habría puesto a escribir en ese mismo momento. Pero no lo hice y decidí ser congruente con lo que en muchas ocasiones he hecho: no hacer. Hasta ahora.
No llegaré nunca a saber el motivo por el que un impulso eléctrico se cruzó con otro, formó una conexión, un sendero, que me sitúa en la sala de espera de una peluquería, con un móvil en la mano y un propósito, escribir unos pocos párrafos que podrían ser el inicio de otros futuros.
Te saliste con la tuya Salu.
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