Ellos dicen que el tiempo en Quito es muy loco, y tienen razón. Lo mismo hace un sol que abrasa, cae en vertical, directo, sin contemplaciones, o lo mismo se decide por apagar luces y dar comienzo a la función de rayos, truenos y tormenta. Esto no suele durar mucho, es fácil que antes de acabar el día el sol ya debilitado vuelva para despedirse. Ósea que, si por algún motivo vas a salir a la ciudad, lleva manga corta y bloqueador para el sol, una chompa por si refresca, y paraguas por si llueve. El kit de paseo.
Eso sí, frío, frío, lo que se dice frío, no hace, pero no se lo digas a ellos, hay que ser respetuoso con el país que te acoge. No es la primera vez que alguien, que enfunda un buen gorro de lana, comenta el fresco que hace, mientras tú le escuchas un tanto incrédulo en manga corta. Pero no miente. El lenguaje está para eso, para adaptarse a las personas y a sus sensaciones. Nada es lo mismo en todos los lugares. Marisol, casera y amiga, hizo un comentario en este blog que me gustó mucho, y viene al caso. Ella dice que para ellos es extraño que ciertas cosas sean frías: el mar, el té y la navidad. Para nosotros es raro también que ciertas cosas sean calientes: la cerveza, el baile y los villancicos. No es la misma burra la que va camino de Belen al ritmo calentito de una salsa.
Pero, hablando del clima, lo más me llama la atención de esta zona andina son las nubes. Es casi imposible contemplar aquí ese cielo íntegramente azul que estoy tan acostumbrado a ver en Murcia. Y es que Quito está a 2.850 metros, en las nubes. Viven aquí. Durante todo el día pasean entre la montaña y la ciudad, deshaciéndose y juntándose de nuevo, subiendo unas veces y bajando en otras para así mezclarse con los vecinos y participar de alguna manera en la vida urbana.
Les gusta mucho madrugar y acostarse tarde. A primera hora
de la mañana, cuando todo comienza, y por la noche, al bajar el telón, se congregan
para hablar de sus cosas provocando habitualmente una densa niebla. La
sensación desde nuestra casa con sus grandes ventanales es de flotar, de estar en
las nubes.
Lo de estar en las nubes me suena. En algunos momentos de la
vida he estado ahí, en ese mundo etéreo, indefinido, nublado, dejando que el
viento sea quien decida el próximo destino. Resulta cómodo dejarse llevar. Creo
que lo aprendí de pequeño, cuando se aprenden todas las cosas importantes, esas
de las que es difícil deshacerse cuando te haces consciente de ellas.
En fin, cada uno con su clima particular afronta la vida
como puede. Unos, los menos, disfrutan con un cielo despejado permanente, a la
murciana; otros sufren la variabilidad del cielo quiteño, y tienen que bregar
con nubes permanentes. A partir de ahí la decisión de cada cual será aprender a
verlas pasar como pasan los problemas, o quedarte enredado entre ellas hasta que
por aglomeración nublen tu mente.
Por ahora aquí, en casa, cielo despejado.
Con esas vistas tan espectaculares, no me extraña que estéis en las nubes, no sabia que Quito estaba a esa altitud, me ha gustado mucho tu publicación, un abrazo fuerte
ResponderEliminarGracias M José. Un beso fuerte y que pases una feliz noche y mejor año 21. 😘
EliminarEstar por las nubes es sinónimo de estar en un nivel superior. El precio de la carne está por las nubes, casi inaccesible. También hay unas pastillitas que te ponen por las nubes, es decir, en un nivel superior. Y ahora tú, también por las nubes. Te admiro. Te abrazo
ResponderEliminar¡Buen relato!
Gracias amigo! 😘
ResponderEliminarPues amigo!!! A disfrutar y no te quedes pillado en las nubes que también atrapan! 😉
ResponderEliminar