Lo intuyes desde el primer momento que pisas las Galápagos y descubres que la compañía de autobuses que te transporta de la terminal del aeropuerto al embarcadero se llama LOBITO. Cuando te vas ya sabes que no podía ser de otra manera. Porque ellos, tortugas, pelícanos, iguanas, y sobre todo los lobos marinos ocupan todos los espacios. Están en las calles, dormitando en los bancos o en los muelles, ocupando el carril bici, o acosando a los pescadores que intentan vender sus recientes capturas. Esa es la esencia y la belleza de Galápagos, donde los espacios son de las otras especies. Esa es la revolución. Ellos te acompañan en cada cosa que tú haces, y sólo tienes que hacerlas intentando no molestar.
Durante un recorrido en kayak, nuestra guía nos alertó de la presencia de una pareja de pingüinos. Nadaban en una de las muchas lagunas que se crean entre las antojadizas formaciones de roca volcánica de la bahía de Puerto Villamil, en la isla de Isabela. No es fácil verlos, son muy huidizos, pero conseguimos acompañar su danza, en silencio, bailando una maravillosa sinfonía de preguntas y respuestas entre ambos, que perfectamente podría tratar sobre donde localizar la merienda de la tarde.
Mientras Andrea nos contaba el complejo protocolo de los piqueros de patas azules cuando avistan un banco de peces, un grupo de ellos, 10 ó 15, aparecen sobre una zona cercana a nosotros. Repentinamente, como si quisieran representar ante unos de los primeros turistas post confinamiento el guion que en ese momento relataba la guía, uno tras otro, se lanzaron en picado sobre la superficie del agua con una sincronía digna de la patrulla Águila, sumergiéndose y saliendo nuevamente al aire con la boca abierta, buscando el premio a su número de acrobacia. Todo un espectáculo. Pero ya sabíamos por los pingüinos que es hora de la merienda, y ese parece ser un momento mágico.
Y eso paso un día después de la psicodelia.
Comprendo que es muy personal, pero eso fue lo que sentí cuando vi mezclado el negro de la roca volcánica, sus formas caprichosas, la luz del sol apareciendo entre las nubes, y el reflejo sobre el agua color turquesa que parecía invitar a seguir la fiesta desde dentro. ¡Excitación de los sentidos y euforia!
El nombre del lugar es muy representativo, los túneles de lava, pasillos de roca y agua, por donde diferentes tipos de animales acuáticos entran buscando el agua más templada del final de los canales y salen cuando empieza a bajar la marea para no quedar atrapados. Un momento de atención y verás pasar por allí una familia de tortugas que parecen charlar sobre asuntos domésticos, seguidas de cerca por una pareja de rayas que muestran su lomo negro escondiendo la otra parte más luminosa; un pequeño tiburón solitario y con prisa, que utiliza pasadizos bajo las rocas, ahora cubiertos de agua, para avanzar más rápido; o quizás a un pequeño lobo marino que saca la cabeza y mira como preguntando si hemos visto pasar por ahí a su madre.
Sentarte en una de esas rocas y observar ese tránsito, me hace recordar algunas tardes de verano en mi pueblo, cuando sentado en el poyete de la casa de mi abuela veía a unos y otros pasar, camino de sus casas, volviendo de sus labores, o yendo al caño para dar de beber a los animales.
Hablando de mi pueblo, allí, como en muchos otros pueblos de España y del mundo, salía y llegaba un autobús diario. Le llamaban el Correo porque, además de pasajeros, traía y llevaba la correspondencia. Nadie faltaba a la salida o a la llegada del Correo, jóvenes o viejos, por necesidad o por simple curiosidad. Volví a sentir lo mismo cuando, finalizando el viaje, cogimos la lancha que recorre las 50 millas que separan Isabela de Santa Cruz. A pesar del madrugón, por necesidad o simple curiosidad allí tampoco faltaba nadie, ni siquiera los lobos de mar.
Juas!!!! Como me gusta esto!! Enhorabuena compañero!!!
ResponderEliminarGracias Javier, cuando llegue a España tienes unas cañitas gratis! jejeje
EliminarTantas maravillas que esconde nuestras islas encantadas, gracias Felipe por invitarnos amar a nuestro bello Ecuador
ResponderEliminarGracias a ti Santiago por leerlo.
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